Náufragos. Fragmento.

Publicada en la Revista Teatrae de la Universidad de Chile, n.3

Ola Uno

 

Una isla. Un hombre con barriga y vestido con una camisa de palmeras, en la mano sostiene un zumo de piña con una pajita de colorines. Respira unas cuantas veces antes de hablar. 

 

Turista  Hummmm… el olor de la guayaba en verano, un perfume mitad podrido, mitad supersticioso, el aire caliente te envuelve como una segunda piel… transpirar… inspirar… vivir… (Al público). ¿Se han dado cuenta alguna vez de lo importante que es respirar? Es un acto involuntario, de las pocas cosas necesarias que no dependen de nuestra voluntad, o sea que aunque uno quiera dejar de respirar, por mucho que lo intente, no puede. Miren sino… (inspira como para aguantar el mayor tiempo
posible, pero no aguanta mucho) ¿Lo ven? Ya les decía yo que no se podía… (chupa ruidosamente del zumo). Los chinos, y perdónenme que les hable ahora de los chinos, así sin avisar, los chinos dicen que cada hombre tiene en su vida el número de respiraciones contadas y que cuando las agota se muere, así que cada uno puede repartirse las inspiraciones que le han tocado, como más le convenga, o como más le de la gana. Por las espiraciones no hay que preocuparse, vienen solas. Si quieres vivir menos años y agotar tu cupo de respiraciones, en una especie de suicidio discreto, y hasta bien visto, pues no tienes más que inspirar rápidamente, malgastando el aire, de esta forma, van a ver… (inspira rápidamente, demostrando, se marea un poco, vuelve a beber un poco más de zumo para recuperarse del mareo). Los chinos… los chinos son muy listos, inventaron la pasta, la escritura vertical, la seda, un montón de cosas… la suya es una cultura, cómo se dice… milenaria, eso es, una cultura milenaria. O sea que a uno le lleva más de mil años caer en la cuenta de estas cosas. Pero yo ya me he dado cuenta y desde que he llegado aquí, respiro lenta y profundamente, dejando que el olor de la guayaba, húmedo, como empapado en pañales, entre por mis fosas nasales, me acaricie la pituitaria y termine en
los pulmones (respira lentamente, con placer). La pituitaria, pi-tu-i-ta-ri-a, parece el nombre de una orden religiosa más que un órgano del cuerpo: “La
Sagrada Orden de las Pituitarias” o “Nuestra Señora del Sagrado Corazón y de la Pituitaria”, “Las Pituitarias Descalzas” (vuelve a sorber zumo ruidosamente). Aunque claro también cuenta mucho el lugar desde donde se respira , no es lo mismo respirar desde la Castellana de Madrid, o el Boulevard Magenta de París, por ejemplo, donde el aire está hecho un asco, que desde esta isla desierta… ¿desierta? (grita) ¿Eh! ¿Hay alguien? (mira a su alrededor esperando respuesta) ¿Hay alguien aquí? (vuelve a esperar) Nadie, estamos solos. Ya me aseguraron que la isla era desierta, bueno por el precio del billete de avión lo mínimo que podía pasar es que estuviera desierta. Lo dije bien claro: “Un billete de avión para una isla desierta, por favor”. Es una de esas frases que  llevaba toda la vida esperando pronunciar. Porque la vida es la distancia existente entre las frases que uno pronunció y
las que le hubiera gustado pronunciar… recuerdo todavía mi enorme satisfacción aquel día lluvioso de primavera cuando entrando en un taxi finalmente pude decir: “Siga a ese coche por favor”. Y no sabía quién conducía el coche de delante, ni dónde se dirigía, ni nada de nada… lo importante es que pude decirlo, pude pronunciar otra de esas frases míticas que hay que pronunciar al menos una vez en la vida: “Siga a ese coche por favor”. Me
imaginé, eso sí, una rubia con gafas de sol envuelta en una gabardina gris, imaginé cómo sacaba un pintalabios rojo y se maquillaba los labios, al tiempo
que se le descubría una pierna kilométrica enfundada en una media de seda negra; entonces se me aceleró la respiración, bajé la ventanilla buscando aire fresco de lluvia, pensé en los chinos y me di cuenta de que mi imaginación me
estaba matando. Me bajé del taxi.

(Pausa).

Y es que hay que salir de Europa para poder respirar otros aires, y estar tranquilo y a tus anchas. Por eso he venido hasta aquí. En esta isla no me va a encontrar ni Dios. Porque seguro que a estas alturas me está buscando media España. Me los imagino todos excitados, investigando, buscando, con la respiración superagitada, agotando cada uno su cupo personal de respiraciones, que seguro que se van a morir todos unos años antes, si es que no se ha muerto alguno ya del disgusto (vuelve a sorber zumo)… y es que no es para menos, me acabo de llevar dos mil millones y pico de pesetas de la empresa donde trabajaba. (Bebe). Es genial esto de la suspensión de pagos, un gran invento, no le pagas a nadie y con lo que te ahorras te lo llevas para irte a respirar a otro sitio. Esto también es cultura milenaria, pero a la española, otra técnica de respiración diferente a la china, cultura milenaria y millonaria ibérica, no sé si los chinos sabrán de estas cosas, lo suyo es la meditación, el Tao, lo espiritual, y lo nuestro la picaresca y el chorizeo… ellos mucho comer pasta y sopas pero ni idea de cobrar comisiones. (Pausa. Bebe. Se toca la cabeza, mira al cielo, se huele la mano). Una cagada de pájaro. Claro la isla está desierta pero hay flora y fauna y el pajarillo se me ha cagado en la cabeza. No estoy tan solo entonces. Si yo especifiqué en la agencia una isla desierta, sin nada, ni plantas, ni personas, ni animales, ni nada de nada, sólo aire para respirar, pero me miraron con cara de loco. Eso sí, la cara les fue cambiando cuando iba sacando billetes de diez mil, uno detrás de otro, inundando la mesa de la señorita de la agencia, saqué uno y le prendí fuego para encenderme un Habano, la pobre señorita me miraba con ojitos de decirme “llévame contigo”, ”sácame de aquí, estoy harta de desear buen viaje a todo el mundo y yo sin moverme de esta silla”, pero ella sabía bien que yo lo que quería es una isla desierta, y que para este viaje no podía llevar acompañantes. Le metí veinte billetes de diez mil en el bolso sin que se diera cuenta. Me sentí como Robin Hood repartiendo el dinero entre los pobres. Y además con el consuelo de que casi le hago pronunciar otra de las frases míticas, casi imprescindibles: “Llévame contigo”. (Bebe. Mira en el interior del vaso). Se ha terminado. Era el último. Tendré que mirar cuánta agua me queda, de tanto hablar se me seca la boca y me obliga a echarme grandes tragos. Me vine con lo puesto, con las prisas no me dio tiempo a despedirme de nadie, ni siquiera de mis hijos y de mi mujer, y por supuesto tampoco de los amigos de la oficina. Sólo me he traído unos cuantos litros de agua, un hornillo, y un montón de sobres de sopa china en polvo, de esas que hierves el agua y en cinco minutos tienes la sopa lista. Creo que voy a tener que empezar a cazar, para sobrevivir, a lo mejor hasta mato de una pedrada al pájaro éste y me lo como por cagón. Aquí no se necesita mucho para vivir, así que me sustentaré de los pájaros que vaya matando, alguna hierba y la sopa china. Me he traído un almohadón para poder sentarme (se lo saca de la barriga y se queda sin barriga). Por dentro está relleno de billetes de cinco mil, es que lo hacen más mullido y blando, incluso más que los de plumas. Lo iba a tapizar con dólares, pero tengo miedo de distraerme leyendo la frasecilla de “En Dios confiamos” que hay escrita en cada billete, perdería la concentración. Hay que ponerse cómodo que van a ser muchas horas de meditación hasta que pueda volver a España. (Pone el almohadón en el suelo y se sienta encima, en postura de meditación hindú). Voy a coger una piedra por si vuelve a pasar el pájaro con diarrea y lo tumbo de una pedrada. Ustedes miren al cielo y avísenme si pasa que yo tengo muy buena puntería. Hummmm… El olor de la guayaba en verano, caliente y perezoso.

Comienza a meditar, la mano derecha en posición de zen y en la izquierda la piedra. Emite el sonido Ommmmm, y el ojo derecho se abre de vez en cuando a ver si pasa el pájaro. Se hace el Oscuro lentamente y el sonido persiste un tiempo,
se confunde con las olas del mar y el canto de algún pájaro.