On est pas d’ici. Cuaderno de dirección CUATRO

Si te pasas 10 ó 12 horas en el teatro algo va a pasar.
Esta era la situación: pase desastroso y útil en Billom, desastroso
porque vinieron las gentes de la DRAC, que son los que dan la pasta en
las Francias y no les gustó. Lo hemos sabido porque no nos han
subvencionado. Eso sí, no los invitamos, el caso es que sí dieron
dinerillos para una maqueta, me explico. Una maqueta es un poco de
dinero para probar cosas antes de empezar los verdaderos ensayos. Al
parecer la Fira de Tárrega en Catalunya hace algo parecido, desconozco
si lo hace alguine más. Buena idea, en principio. Un problema, te dan
3.000 eurillos y la administración tiene la puerta abierta para venir a
los ensayos y opinar. Y claro cerrar el grifo si les conviene. Mi
consejo a los futuros maqueteros es que los 3.000 eurillos los saqueis
de otro lado y que no entre nadie en la sala de ensayos hasta que el
puñetazo, la patada o caricia teatral que propondreis esté lista.  Útil
porque la gente del pueblo vino también y les gustaron los trozos
fundamentales, pero no entendían las transiciones de una escena a otra.
Perfecto, para Saint Fons (Lyon) había que trabajar las transiciones y
algo más… le propos que dicen los franceses, el propósito de la
propuesta digo yo. Los actores llegaban nerviosos, antes ya hubo cruce
de mails pidiendo que esto había que salvarlo, pidendo cambios y
reformas, cuestionando el trabajo, el mío, claro. Bueno pues ante el
panorama sólo hay una respuesta, diez horas en el teatro, seguir con la
cabeza pendiente las otras 14 que quedan y volver al origen de la idea,
esperando que esta sea lo bastante rica para que termine chillando por
sí sola.

Si vas perdido al final del proceso, vuelve a las
ideas y sensaciones, aunque te parezcan ridículas, que tenías al
principio y confía en ellas
. La mía era: cuestionar el humor, de qué
nos reímos, por qué esa contracción violenta y abdominal que se produce
frente a ciertas situaciones. Era lo mejor que podía hacer con los tres
actores, recuerdo que al principio me dijeron, «queremos hacer reír» y
yo enseguida pensé al verlos con las narices de payaso puestas: «de qué
nos reímos y por qué el humor». Mi idea era violentarlos, sacudir un
poco esa idea de clown que tenían. Se trata de desestabilizar sin que la
maquinaria se pare. Lo más interesante del trabajo es que cada uno ha
llegado a sus límites, es normal después de dos años de encuentros para
realizar la creación. Ni Trond pensaba que haría lo que hace en el
espectáculo, ni Heinzi, todo esto en mi opinión, creía que estaría tan
despojado en escena, sin su silueta habitual de clown Fritz, y Harry, el
más dúctil de los tres, termina encontrándose con lo que buscaba, lo
grotesco, el transformismo, pero sin casi darse cuenta. Y yo, bueno yo,
casi no quería ir a Lyon a terminar el trabajo, pero basta con resistir
que siempre acaba saliendo algo.

Aquí lo dejamos… el día del estreno, prometo escribir más… oh, la, lá…