Cuaderno de dirección del Príncipe Feliz de Oscar Wilde. DOS

DOS

Lo único que deseo antes de estrenar una obra es que suba la temperatura.
Pisar el escenario de un teatro vacío es como meter la mano en una caja
llena de huesos… y remover buscando fortuna, igual que el croupier de
un casino hace con  las fichas de los jugadores. Antes de estrenar, el
primer día de montaje, el espacio me parece territorio hostil; una caja
llena de cuerdas, cables y técnicos ojerosos donde se cruzan corrientes
de viento por todas partes. Los escenarios me dan el mismo frío que los
esqueletos olvidados en el pasillo del politburó. Las cajas de la
escenografía, esperando ser abiertas, son ataúdes o bancos donde
sentarse a llorar a los muertos. No veo la carne por ningún lado.
Solamente empiezo a tranquilizarme cuando llega la cámara negra, y todo
se va oscureciendo poco a poco. Sé que a algunos creadores les encanta
desnudar el escenario, pero a mí me da pánico, prefiero ponerle hombros y
bambalinas, vestirlo, igual que nuestras abuelas nos atan bufandas al
cuello. Lo único que deseo antes de estrenar una obra es que suba la
temperatura. Vivan los termómetros y el teatro: los ensayos son tiempo
de cocción, si sabes qué obra, o vegetal, estás cociendo sabrás cuál es
el tiempo justo de ebullición, porque ¿cuándo está lista una obra para
presentarse? ¿cómo se sabe esto? ¿Estamos preparados para estrenar el
día 15 al Teatre Bartrina de Reus?

 

The Happy Prince: lo que cuenta el cuento

 
Les
propongo un ejercicio, miremos lo que escribí sobre la obra antes de
que empiezen los ensayos y comparen qué digo después de un año de
trabajo en la obra. Este es el texto que encontrarán en el programa de
mano del CAER (Centre de Produccions de Reus):

El Príncipe Feliz,
la admirada estatua que en vida no conoció las lágrimas y cuyo corazón
de plomo no se funde en la forja del herrero, es una fábula de cómo el
conocimiento de la realidad, la pobreza que hay en cada la ciudad, que
sólo vemos si nos elevamos por encima de los muros que nos rodean a cada
uno, nos conmueve y nos conduce a la acción. El príncipe, gracias a una
golondrina rezagada, se va despojando de todo el ornato que le viste:
el rubí de su espada, sus dos zafiros que son los ojos y el oro en que
está bañada, hasta quedarle lo más esencial: su corazón. La puesta en
escena de esta historia de amor entre una golondrina y una estatua es un
juego de tensiones actorales, objetos y materiales entre luces y
sombras, en el mejor estilo de La Baldufa Teatre; porque para buscar
dónde se esconde la verdad y qué decisiones hay que tomar, es mejor
empezar por donde hay luz, que las sombras ya se encargarán de ir detrás
dando testimonio y crónica de nuestras acciones”

 

Entonces
¿cuáles son las fuentes que sostienen ideas de las que hablaba en el
primer capítulo? ¿Qué ideas estamos encarnando en el montaje? Y sobre
todo, de entre todas las ideas: ¿cuáles son las más importantes? ¿y cómo
saberlo?

 

En una primera lectura, el cuento es bastante
cristiano: el príncipe se despoja de lo que tiene, sus adornos (el rubí
de la espada, sus ojos que son zafiros, su cuerpo recubierto en oro) y
lo entrega a los pobres. A esto se le ha llamado siempre caridad. Lo que
me sobra, lo superfluo, se lo doy a los pobres. No hay un cambio
estructuras, sino que el suyo es un acto individual. Es caridad y no
justicia. El príncipe, conmovido por lo que ve, le pide a la golondrina
que sea su mensajera, su brazo ejecutor (en nuestro montaje un brazo del
actor está vestido de golondrina y otro, que se pone el actor que hace
de príncipe, es de un dorado que quema); ya que él, ahora ya muerto y
petrificado en estatua, no puede hacer nada. Hasta aquí, lo evidente; lo
que cuenta el cuento. ¿Qué le añadimos en nuestra puesta en escena?

 

a.     Primera fuente que sostiene una idea a encarnar: Proteged los cuerpos.
Las estatua del Príncipe llora porque ya no es cuerpo. “Cuando yo vivía
y tenía un corazón humano, no sabía lo que eran las lágrimas…” Le
cuenta el príncipe a la golondrina. El cuerpo es lo único que cuenta. Si
tienes hijos lo sabrás: dejan de ser tuyos cuando ya nos los puedes
cargar y se van solos por ahí. No tener ya un cuerpo para abrazar, para
proteger, y darse cuenta de ello es lo hace llorar al Príncipe.

b.    
Nuestra obra comienza con tres lectores al pie de un muro, libro en la
mano, e intentan saltarlo para saber qué hay al otro lado. Las tapas de
un libro son el primer muro que hay que saltar (abrir) para conocer la
historia que contiene. Al mismo tiempo hay muros que no nos dejan ver y
conocer historias. Todos tenemos un príncipe dentro que vive en jardines
rodeados de muros. Durante el proceso de ensayos varias veces salió a
la palestra la posibilidad de incluir cosas más actuales (el muro de
Palestina, fotos de gente pobre…) No lo hicimos. ¿Censura, o no hace
falta?

c.      El príncipe feliz es una historia de ojos y miradas.
Dónde pongo la mirada es el primer paso. Conmoverme hacia lo que veo es
el segundo, “me han subido tan alto que puedo ver todas las fealdades y
toda la miseria de mi ciudad” sigue contando el príncipe. Una vez se
conmueve, se pone en acción. Sin empatía no hay cambio.

d.     Se mira donde hay luz,
por eso la obra comienza con esta frase: “porque para entender las
historias solamente hace falta un poco de luz… “ No está en el texto,
nosotros la proyectamos en el muro del principio. Los actores van
siguiendo los focos que se encienden a lo largo de la obra, se acercan a
las lámparas para calentarse. Las luces son de Miki Urbizo que tiene la
dificultad de hacer de técnico en escena y crear el diseño de luces.

e.     Si el teatro es un oficio, nosotros hemos intentado respetar las siguientes reglas:

f.      -los objetos
sirven para cuantas más cosas mejor, y si la historia trata de la
pobreza hay que contar con pocos medios. ¿Dramaturgia de los objetos? El
muro lo troceamos y en él hacemos avanzar la historia con proyecciones.
Por tanto trocear, dividir, es una buena pista en el montaje. ¿Si la
golondrina es el brazo del príncipe porque no construir una marioneta
que se pueda poner en el brazo del actor? Las casas se giran y se
convierten en rostros.

g.     -Cuando trabajas con marionetas las relaciones entre manipulador (Carles Pijuan)/marioneta
(la golondrina) suelen funcionar bien; en mi opinión es mejor que la
marioneta sepa y viva más cosas que el manipulador, así se dimensiona
más lo humano. Por ejemplo la golondrina quiere se interesa poco a poco
en lo que le pide el príncipe y el manipulador no le deja, porque sabe
que eso implicará “cargar con la realidad y encargarse de ella”. Hablo
como Ignacio Ellacuría, otro príncipe feliz…

h.     -el
teatro son procesos, metamorfosis: al principio, la golondrina es una
joven bien que no se implica y al final  lo da todo hasta morir. El
príncipe llora y luego se alegra de la obra bien hecha, es feliz.

i.      
–el ambiente sonoro, unas voces, una atmósfera callejera, puede ayudar a
situar y mucho al público, sobre todo en los momentos más estilizados.
Una vez más la oreja sitúa más que el ojo. La música de Oscar Roig,
se va declinando a lo largo de la obra, está presente sin ponerse nunca
delante de lo que ocurre. Hace falta tener mucha sensibilidad y oído
para lograr esto.

j.       -Si trabajas con imágenes, como dice
el escenógrafo, el tiempo pinta. Deja alguna escenas y vuélvelas a mirar
al cabo de un tiempo, verás mejor. Para esto sirven los procesos largos
y con interrupciones, como el que hemos hecho con la Baldufa.

k.    
El espacio pide pistas: el príncipe se humaniza poco a poco. Humanizar
viene de “humus” de la tierra. La primera aparición del príncipe es a lo
alto de una escalera, y poco a poco va perdiendo altura, hasta acecarse
a su gente. Es la historia de un descenso. Hasta le he pedido al Enric Blasi (el príncipe) que coja la tierra donde está la ciudad y se la acerque. ¿Cómo? ¡Venid a ver la obra!

l.      
No basta con que los actores entiendan la escena, hace falta que la
situación les evoque cosas para que puedan desobedecer y sorprender al
director. Sino, estás perdido, solamente harán lo que les pidas.

Bueno,
si os parece lo dejamos aquí. Hay que estrenar, si queda tiempo y ganas
haremos una crónica del estreno. Queda la respuesta del público, los
actores de la Baldufa se crecen con ella, son actores de manta y
carretera, de hacer bolos. Como os dije al principio sólo espero que
suba la temperatura hasta el estreno y que estás reflexiones, fruto de
un año de trabajo, os sirvan como un ejemplo más de lo apasionante que
es hacer teatro.