Me fui a Alemania con el mismo respeto, intuyo, que tenía el Real Madrid de antes a los equipos alemanes cuando llegaba a semifinales de los torneos europeos. Con ese mismo respeto, pero sumándole la palabra admiración pregunté a la gente del JES por Bertold Brecht. Me contestan que nadie lo monta en Alemania porque sus herederos no dejan que se toque ni una coma de sus obras. Que cuando pase la veda censora, volverá. Pregunto por Günter Grass pues estoy montando una pieza suya, Los Plebeyos ensayan la rebelión y me dicen que lo respetan, que es el autor de El Tambor de Hojalata pero que ya no le hacen mucho caso. Vamos, que ya le compraron la mecedora y la manta a cuadros para que espere su hora. Voy tachando nombres en la lista: Peter Stein es antiguo, lo de Thomas Ostermaier ya pasó, Peter Weiss no saben, no contestan y ahora ha vuelto mi admirada La Visita de la Vieja Dama de Dürrenmatt solamente porque el ministerio la ha puesto de lectura obligatoria en las escuelas. Paseo, afectado por tantas bajas, entre el cemento gris de Sttugart y me encuentro con una placa de esas de “aquí vivió el insigne don…” Está sucia y olvidada al lado de un kebab turco (döner dürüm lahmacun börek). Es de Schiller (Schillers wohnstätte in den Jahren 1780-1782) y cuando quiero cruzar para ir a visitar el museo de Hegel, justo enfrente de la placa, me previenen, amablemente,con que hay cosas mejores que hacer en Sttugart. Estoy invitado a volver el año que viene y dirija a los actores del JES en un taller. Al regresar en coche veo al parlamentario Quim Arrufat, diputado por la CUP, fumando en la puerta del Ateneu de Vilanova i la Geltrú y me acuerdo del vídeo que le grabó a la Merkel en alemán antes de las últimas elecciones catalanas. Sonrío, desde el cristal del coche parece que la cercanía al poder no le ha cambiado, sencillo al vestir, disfrutando de la conversación. Respiro tranquilo: “ja estic a casa”.
Avanza la semana y a punto de terminar Mi siglo de Günter Grass. Y me maravillo con su polifonía, con su experiencia política. Sin presentarnos a los personajes, cada año es una viñeta, una escena, un… ¿se acuerdan de aquello? ¿dónde estaban? ¿vivieron lo mismo? ¿se lo contaron así? Igual son las ganas de no ser un lector solitario, de afirmar al autor a pesar de los disparos que recibe ahora. A mi me empujó Luis María Pescetti hacia Grass, hacia su Tambor y hacia sus enormidades. Ya les he dicho que estoy montando una obra de teatro suya para el Col.legi del Teatre, una obra que fue un fracaso en su estreno. Ya ven, las escuelas de teatro son lugares únicos, donde uno se puede permitir estas cosas, ya lo decía Vitez: “una escuela de teatro es el teatro más bello del mundo… pues sí, un carnet perpetuo donde se escribe el teatro que nacerá.
Y aquí y ahora, ¿Porqué no nos rebelamos? Pone Grass en boca del personaje principal el Chef, un trasunto de Brecht en la obra:
“Escúchame: el gozoso amor en la cama, el bautismo después, la penosa muerte, la guerra, la paz, deben ser ensayados. La cacería del conejo, el fútbol, incluso el caos deben ser ensayados. El azar, el hipo, la magia. El santo debe ensayar su milagro, la rebelión de los plebeyos debe ser ensayada”
Y estas notas nos pasó Joan Carrera, profesor de Teología Moral, en un curso sobre la realidad social (CARS) que estoy haciendo organizado por la gente de Cristianismo y Justicia. Aquí las dejo, al parecer son fruto de una noche antes de una clase en Barcelona. Se le llama pensar. Notas de un reo de nocturnidad sobre porqué no somos ciudadanos más activos.
-Por miedo a perder lo poco que se tiene.
-Individualismo. Falta de cultura asociativa. Intereses divergentes.
-Miedo al conflicto.
-Vivimos al día, a corto término.
-Estamos sobreinformados.
-La “complejidad” del problema también es un problema.
-No encontramos herramientas para romper la estructura, ¿cuáles son las claves?
-Vemos el problema como un gran monstruo y olvidamos que son construcciones humanas, es como el Leviatán de Hobbes, que cuando te acercas está formado por personas…
-Pérdida de las ideologías.
-Pérdida de credibilidad de la acción política.
-Los condicionantes quedan muy lejos.
-No admitimos que hay un problema: ¿crisis ecológica? No hombre, no es para tanto.
-Culto al ocio digital, a la evasión.
-Pérdida de sentido de la historia (amnesia)
-Se mezcla el optimismo (“ya pasará, no hay para tanto”) con el pesimismo (No se puede hacer gran cosa…”)
-No hay causas que nos ilusionen a comprometernos.
Jorge Picó.
5 abril del 2013