Una entrevista sobre Jacques Lecoq para la ESAD de Valencia

Mi idea del teatro cambió en esa escuela y todavía  no me ha abandonado.

                            

Entrevista a Jorge Picó sobre la Escuela de Jacques Lecoq hecha por Andrea de Cubas.

1. ¿Cuándo estudiaste allí?

Estudié allí del año 1990 hasta el 1992, los dos años becado por el Ministerio de Cultura Español y el último también por la generalitat valenciana.

2. ¿En qué momento histórico de desarrollo se situaba la escuela?

La escuela tenía un equipo muy sólido de profesores entonces: Alan Mollot y Sandra Mladenovitch, ya fallecidos, también Christophe Marchant, Norman Taylor, Dorly Habitch (ahora Dorly Lamar) y el propio Jacques Lecoq que todavía nos enseñaba movimiento e improvisación. Lecoq tenía ya un reconocimiento mundial y algunos de sus alumnos eran un referente en el mundo del teatro: Théatre de Complicité, Sergi López, Theatre du Soleil, Yasmina Reza, Christophe Marthaler, Luc Bondy…

3.¿Cuál fue tu aliciente para decantarte por estudiar allí?

Bueno, busqué muchas escuelas antes. Trabajé con Edward Wilson que era el director del National Youth Theatre de Londres y me recomendó que fuera allí. Creo que vio que me gustaba moverme.

4. ¿Qué es lo que más te marcó del aprendizaje?

La mirada hacia las cosas, cómo todo se mueve alrededor y es susceptible de ser dramatizado y puesto en escena, que primero está el rejuego de las cosas y luego el juego teatral propiamente dicho. Lecoq despertaba en los alumnos la curiosidad, indispensable para llegar a una cierta calidad de juego

Allí probé y degusté el silencio y entendí que de ahí nace el juego psicológico. Entendí que mimar es “hacer cuerpo con”  y por lo tanto entender mejor. Igual que hace el niño cuando“mima” el mundo para reconocerlo y prepararse a vivirlo

También tener compañeros de todo el mundo en una búsqueda común fue un lujazo.

5.¿Anécdotas interesantes a nivel actoral que te pasasen?

Mi primer autocurso, que es un trabajo que te proponen al principio de la semana y presentas cada viernes me dijo que no estuviera tan “solista” y que jugara con los demás. Fue un toque de atención, una forma de hacerme pasar de “mi personaje” al colectivo, a la complicidad del grupo. Yo venía de la ESAD y fue una buena limpieza de cómo entender el teatro. Allí aprendí lo que es la mímesis y el actor-mimo.

5. ¿Con qué nuevo bagaje de herramientas pudiste enfrentarte al mundo cuando saliste de la escuela?

Primero el estudio del movimiento. Cómo se mueven las cosas: los elementos, los animales, los colores… y al mismo tiempo una mirada hacia la vida primero porque el teatro vendrá después. El método era evolutivo: de lo más simple a lo más complejo.

Y también de transferencia: justificar dramáticamente las acciones físicas, transferir las dinámicas de la naturaleza a los personajes y las situaciones. Y todo ello a través de la máscara, sin el trabajo sobre la máscara no se entiende qué es el teatro.

Y en el segundo año el estudio de los géneros teatrales redescubriéndolos, reinventándolos a ser posible: el melodrama, la tragedia, la commedia del arte, el bufon, clown… A menudo en las escuelas se piensa que hay un método de abordar el arte del actor pero es en el estudio de los géneros donde se construye una visión del teatro ligada al misterio de la vida y al propio arte del actor, tan frágil y misterioso él mismo. Mi idea del teatro cambió en esa escuela y todavía  no me ha abandonado.

6. ¿Crees que hubo un gran cambio cuando Lecoq falleció y comenzó a dirigir la escuela su mujer? Si es que sí, qué crees que cambió y cómo afectó?

Yo no estuve cuando falleció pero la pedagogía de la escuela, el “viaje”, como decía Lecoq, estaba tan bien construido que la escuela seguía sin él. Los profesores cambiaron y se inició una nueva etapa, más difícil, por supuesto.  Yo me considero muy afortunado de haber estudiado directamente con él. Su propuesta no era cambiar la sociedad, más bien quería poner luz en la naturaleza humana: inventar el teatro de su tiempo.