Mirar un cuadro

Tú que estás a mi lado… ¿Qué tienes? ¿Hay algo que pueda hacer?

Si notáis que consumís y no contempláis, no es arte. Buscad ese espacio desinteresado para mirar y trascender.

Todo arte verdadero es solidario, es empático, pues hasta cuando nos extraña es para detener la mirada en algo: «Cuenta conmigo, soy lo desconocido y lo incomprensible. Descíframe» Ahí nuestra mirada hacia el cuadro se convierte en aventura.

El arte nos educa en la perspectiva, sin perspectiva no se desvelan las injusticias. Perspectiva para comprender los procesos, las condiciones históricas, la anemia de cuidados. Que no se escape nada, que nada se pierda en el olvido… usa tu mirada, contempla, y actuarás.

Todo arte verdadero grita.

¡La persona es tierra sagrada!

Es alarido. Eteocles en «los Siete contra Tebas» fue lo único que no condenó de las mujeres en la práctica de su religiosidad. El «ololygé»: el alarido que consideró sagrado y dejó integrar en la ciudad.

No hay alarido sin silencio. Se necesitan.  

Este cuadro (y aquel otro de allí, y esa obra de teatro y aquel poema escrito para mi oreja izquierda…) es un corte de mangas al cambiar de plano del cine cada 2 segundos, a la cámara que se agita en nuestras televisiones, al dedo que pasa pantallas buscando emociones rápidas, al fast-lo quesea.com

El arte es invitación, hospitalidad. Invitación a mirar al otro, la otra, la otredad como experiencia.

Tú que estás a mi lado… ¿Qué tienes? ¿Hay algo que pueda hacer?

Todo arte respira sororidad, xenofilia y peca de santidad.