Cuesta bastante explicarle a un político que el buen teatro no debe unir a la gente, sino dividirla. Solo así se manifiesta la complejidad de la vida y la historia. No es consenso lo que buscamos, sino pensar y entrar en crisis. Esto no va de programar el ocio de la gente, ni menos de pasatiempo, ni de una antología de obras memorables del pasado, o de curiosas novedades del presente, esto va de una comunidad que escucha una palabra que debe aceptar o rechazar.