Todo empezó con Sergi abriendo los brazos. Luego escuché mi apellido pero deformado “picón” o “amigopicón”. Los brazos, que más tarde en Non Solum serán unas prolongaciones con tentáculos al final, te rodean como abrazándote y todo va bien. Las sonrisas lo confirman, la cosa es sencilla, directa, cerca de la cocina y de su familia. “Tinc ganes de fer teatre”. Un silencio. Lo miro de reojo. Sergi sabe que lo estoy mirando, sabe dejarse mirar, sabe que las cosas si se tienen que hacer se harán. Es una fórmula recomendable sólo para especialistas.
-¿Tienes alguna idea?
-Bueno no son exactamente ideas son como raptos que me dan, cosas que me gustaría ver y hacer en un escenario- me contesta. Me gustaría que fuera un espectáculo donde la gente se transporte a algún lugar. No me importa que sea raro. Que vean una especie de actor habitado, poseído y que se les note en la cara.
Surgen varias ideas. Una es la de varios personajes que se hablan entre sí con la misma voz. O quizás sea un mismo personaje que tiene varios en su interior.¿Es uno solo que habla consigo mismo o son varios que se hablan entre sí?¿Cuál es la diferencia? Esta idea me fascina. En seguida pienso en Goethe y en sus “varias almas latiendo en el mismo pecho, en el “je est un autre” y en «de mis soledades vengo y a mis soledades voy». Pero no le hablo de libros, de citas, de referencias, es mejor escuchar, atender a esa arquitectura interior creativa que poseía Sergi antes del espectáculo y que había que ordenar. Igual que se ordena un salto de agua que produce energía, dejando que fluya. Hablamos primero de lo que no nos gustaría que fuera el espectáculo, hablamos en el bar, hablamos camino del Camp Nou, hablamos mientras se hace la carnsalada, hablamos, hablamos y hablamos… creo que él un poco más que yo, y entre las palabras iban encarnándose los primeros gestos, las primeras frases y actitudes que luego aparecerían en los ensayos. Por fin llega el día y vamos al taller del Toni Albà en Vilanova i la Geltrú a probar si hay algo. A ver si hay un espectáculo o nada de nada. Las primeras improvisaciones cuestan. Crear de la nada, sin texto previo, sin una estructura… ¿entienden la palabra vértigo? Salimos del ensayo como con cara de que sí que hay algo… ¿pero qué? ¿qué estamos persiguiendo que no sea simplemente humor y nos tenga una noche despiertos? En el bar, entre la gente, mientras saluda y dispara algunos “Com va això¡” a la gent de Vilanova me confiesa que lo primero que quería hacer es un espectáculo donde cantara boleros.¡Un hombre orquesta! ¡Qué sencillo! Qué peso nos quitamos de encima al pensar en las orquestas de pueblo, en las verbenas, en las canciones populares que tanto cuentan sin el disfraz de la solemnidad. Eso nos convenía como excusa para poder, igual que hacen los cantantes, comentar, ir de un tema a otro dentro del más absoluto placer. Un hombre solo que contiene en su interior una orquesta de voces, deseos, miedos y que se plantea cuáles son las preguntas que debemos responder, y antes que nada ¿cómo distinguir las importantes de las que no lo son? La vida está llena de signos para interpretarlos o acogerlos en silencio. Las canciones nos servirían de transiciones. Esto da risa y es serio pero lo mejor es que nos da risa y no deja de ser serio. Empezamos a reencontrarnos de nuevo, los dos solos en una sala, mano a mano, es un desgaste mayor que el de los famosos autocursos que trabajábamos en Lecoq, la escuela donde nos conocimos. Hay que rascar las propuestas, sacar ideas, momentos de juego. Está el tema de la autocensura: que si esto se puede hacer, que si esto otro no. ¿Cómo? Pero si todo es posible, tan frágil y tan posible, basta con que el actor sea justo en escena. Lo que hace un momento salió tan bien al volverlo a repetir ya no está allí. Las ideas, ah, las buenas ideas qué peligrosas son a veces en teatro, en vez de jugar la situación. Ideas no faltan: oye porque no contar un encuentro porno con una mujer extraterrestre, y porqué no insultar a un político camuflado con gafas de sol, y si todas las voces, los personajes, los distintos estados se encontraran y se reconocieran como dentro de un vodevil. Ah y el paraíso, hay que hablar del paraíso. Son ensayos con tensión creativa, Sergi se empeña en algo y yo también. A veces salgo yo y él mira, y vuelve a salir él para mejorar lo que yo he propuesto. Un juego de espejos. Nace una pequeña frase a modo de pacto tácito entre cabezotas: “en caso de varias posibilidades escogeremos lo que más placer nos dé”
A partir de aquí nos prometemos tener una estructura del espectáculo antes de separarnos. No necesariamente narrativa, más bien el espectáculo iría asociando emociones, momentos de juego, situaciones personales. Nos intentamos dar la libertad de que quepa todo: «ojalá salgan sandías porque son frescas y húmedas y me recuerdan a…, podría tener unas manos más grandes y mirarlas intentando reconocerlas como mis manos, aquí podría sentarme como suspendido en el vacío haciendo algo de teatro negro…» Un montón de ideas que nunca salieron. Las que quedaron fueron las que se convirtieron en visiones vistas con los ojos del cuerpo.Yo me iba en julio a México a montar otra creación y él a rodar una peli que le tenía prendido. Nos citamos en Valencia durante cuatro meses y al terminar mis clases ensayaríamos por las tardes, todas las tardes en que Sergi no estuviera en la alfombra roja de Cannes o ayudando a unos amigos a montar un espectáculo de circo. Pero le da prioridad a su espectáculo por encima de la cantidad de propuestas de trabajo que tiene. Al final termina conduciendo por Valencia sin perderse, dejando el mar a su espalda como referencia. Se consagra al teatro y calentamos con el balón de fútbol de su hijo e inventamos ejercicios. Hablamos de la calidad de movimiento de Ronaldinho, el del Barsa. Había pues que construir. Pero antes era necesario perderse, divagar. Y que por culpa y gracias al teatro salgan temas transcendentales: Dios, la muerte, el paraíso. El espectáculo nos lleva a discusiones sobre la vida, nos lleva hacia un ¡ah de la vida!… ¿nadie responde? Busco unas palabras del poeta Octavio Paz, al final no puedo evitar acudir a los libros, que nos inspiran para el principio de la obra:
Aquél jardín de Delhi no era un paraíso, por fortuna no era un paraíso. Todos los hombres aspiramos al paraíso. Pero me pregunto si soportaríamos vivir en un paraíso, me imagino que vivir en el paraíso es peor que vivir en prisión, porque en los paraísos no pasa nada, ni siquiera pasa el tiempo; el tiempo está detenido, o el tiempo es una continua repetición. Y en los paraísos como en las utopías se ha suprimido lo imprevisto, el accidente, la enfermedad, la muerte, todo lo que nos entristece, todo lo que nos hace sufrir, pero también todo lo que nos da alegría. En los paraísos el deseo no existe, o el deseo siempre está satisfecho. En los paraísos entre la imaginación y la realidad no hay diferencia, y en consecuencia la realidad se desvaloriza, desciende, y la imaginación también.
No, el jardín de Delhi no era un paraíso, era algo distinto, era una pasión.
Sergi y yo no siempre estamos de acuerdo, pero hay algo que une al director y al actor y que los convierte en autores a los dos. El teatro tiene unos valores y hay como un espíritu, un impulso vital que mira hacia las alturas y olvida lo fácil, lo que nos aliena, vacía y cosifica. Esto sí nos une. El siguiente paso es el de aligerar, es imprescindible que Sergi se reconozca en lo que hace. «Es buena tu idea pero es que no me veo dentro de ella, haciéndola». Me parece una razón tan buena. Yo vengo de un teatro de creación de imágenes y Sergi es como un juglar que pone las palabras patas arriba, es capaz de violentarlas y casi no necesita escribir. Todo le sale de su cabeza. Palabras que dispara desde el arco de sus dientes. Tanta facilidad hay para las palabras que intentamos priorizar lo que se pueda jugar en silencio. Van pasando los ensayos y Non Solum se va simplificando, cada vez menos objetos, menos efectos especiales, menos de todo un poco y más un actor solo en escena. Sergi va rodeándose de un equipo de gente de confianza y que se ilusiona en el proyecto, todos se ofrecen a lo que sea y será el espectáculo: Bernardo Sandoval nos podría hacer la música, el Jordá Ferré a ser nuestro técnico y hacer los efectos especiales y construir lo que haga falta, aunque al final no nos va a hacer falta nada, salvo un pequeño escenario en medio de la escena y a día de hoy, todavía a dos meses de estrenar, ni siquiera sabemos si habrá mucha música o Sergi cantará a pelo con unos ligeros arreglos. Xochitl de León nos ayudaría en la producción en Valencia. Llamamos a Lionel Spycher para que nos ilumine y en un ensayo nos dice que la luz no es determinante y que será sencilla. O sea que no tenemos nada más que a Sergi López en escena vestido con un traje de hombre estático, igual que la canción de Pau Riba que canta en un momento de Non Solum. Y detrás de todo esto está Helena Plá que además de llevar la producción fue quien nos medio sentó juntos para que hiciéramos algo, y que dio el primer vistazo una vez acabada la estructura inicial y a quien le tengo que agradecer que esto esté ocurriendo.
Lo demás es la historia de un humanista muy humano, Sergi, que se hace preguntas en escena y un director que gestiona esas preguntas, silencios, cambios de ritmo y actitudes como si fueran bienes espirituales. Me alegro de haber sido el par de ojos que Sergi necesitaba y sobre todo el haberme reído tanto y compartido todo esto con un tal López que pasaba por ahí, o por aquí, o por en medio de los dos para hacer humor. En serio.
Jorge Picó
Ciudad de Mexico, agosto del 2005