“Un día, un lucense rico que había hecho fortuna en la posguerra española transportando carne en camiones frigoríficos, viendo a los pesqueros atracar en el puerto de Vigo tiene un idea: ¿por qué no trasladar los frigoríficos a un barco?” ¿Y qué es una idea? ¿Qué tiene de necesario? ¿Qué condiciones se dan o deben darse para que aparezcan? Hay quien dice que es necesario subirse a los hombros de un gigante para que aparezcan. Gigante, sinónimo de autor. Otros que es una cuestión de antorchas, linternas y soles. Que mientras que hay autores que enfocan con linternas y nos iluminan sobre una cuestión concreta, otros son el astro rey, lo iluminan todo dejándote la responsabilidad de escoger hacia dónde has de mirar. “El trabajo del periodista no es pisar las cucarachas, sino prender la luz y mostrar cómo las cucarachas corren a esconderse» Kapuscinski.
Dice Emilio Lledó en su Elogio de la Infelicidad : “la idea es algo que se ve, que se ve con los ojos del cuerpo y con la luz real, con la luz del Sol con la que se han hecho los ojos que miran. Tener ideas es tener “visiones”, en un sentido inmediato y elemental. Es producir mentalmente algo comunicable, revisable, discutible, y que proviene de esa experiencia de los ojos, de la libertad para ver y entender… en el mundo que nos rodea o en el mundo que vieron los griegos, aprender a ver, aprender a mirar, constituye un fundamental ejercicio de libertad. Aprendemos a ver desde lo visto, desde lo ya visto en el lenguaje sobre el que nacemos, desde la libertad y posibilidad con la que hayamos podido extender nuestra mirada por la originaria superficie de las palabras. Porque la visión es el resultado de lo que vemos, de lo que nos llega encendido por la luz en la que estamos, e iluminados por la luz que somos” Aüfklärung, Lumières, Enlightenment… y va y aquí le llamamos “Ilustración” dejando de lado la lumínica idea de claritas, algo así como “esclarecimiento” estaría mejor (ved el dossier del Viejo Topo n.282/283) .
Sí, semana de esclarecer cosas. Eso le he estado pidiendo a mi semana de ensayos y viajes por la AP7: luz, luz, mirada y luz. Le oigo también al director de cine Bertrand Tavernier, ya he instalado oficialmente la luminosa costumbre de escuchar “podcasts” mientras conduzco, que cuando enterraron juntos a Roussseau y Voltaire en la fosa común el choque de sus cráneos produjo chispas. Tavernier hablando me recuerda a mi maestro Jacques Lecoq porque esclarece. Le impregna una cadencia de sabio brioso al hablar, un buceo permanente en autores sol, autores linterna, autores chispa. Entonces voy y me suelto en busca de una idea que suba la temperatura de los ensayos, tras el teatro de los huesos que rozan y chispean, y me atrevo a lanzar algunas sobre dónde esperar a la creación en el ensayo. ¿Oyentes sufridores? Los alumnos del Col.legi del Teatre , con quienes estoy montando Los plebeyos ensayan la rebelión de Günter Grass. Les repito una metida en el bolsillo como una piedrecita de río: no se puede actuar solamente el texto. Y voy y la adorno con otra de prestado que la complementa: la creación está en buscar lo que no nos dice el texto.
No hace falta que les diga que uno busca allí donde hay luz, no donde perdió las llaves, como en el chiste. La semana termina en el Mercat de les Flors de Barcelona, viendo Kamuyot de Ohad Naharin un coreógrafo capaz de sacar a la danza de las cuevas de la incomprensión y el desconocimiento. Lo bueno de las ideas en danza es que, cuando nos iluminan, hay que leerlas no con la cabeza, sino con el vientre, el plexo solar, las manos y los pies. Ideas danza, ideas luz, ideas movimiento en un suelo blanco, como si de una hoja de papel para apuntar se tratara.
Jorge Picó