Pensar desde el cuerpo (1)

Barfüss taller-creación de Jorge Picó y Christian Schönfelder. Foto JES Theater.

“La simple elección de un objeto ya equivale a la creación” Marcel Duchamp.
“Rompe el cristal de la costumbre” Marcel Proust
“Verse a si mismo metamorfoseado ante si” Mauricio Kartun

Estaba yo trabajando un poema de García Lorca con el poeta Jenaro Talens durante un ensayo de Macbeth cuando interrumpió a los aprendices de actores que allí estaban: “Lorca escribió estos versos con el cuerpo, y así, con el cuerpo deben ser dichos” A un inglés no le sonaría tan raro esto pues tienen el verbo to embody “embody the words” que en nuestra traducción sería “encarnar las palabras”. Años más tarde, en la escuela de mi maestro Jacques Lecoq cuando le presentaron un trabajo dijo: “No funciona” ¿Por qué? Y contestó: “Porque lo entiendo con la cabeza, pero no con el cuerpo”. Ambas afirmaciones me descolocaron al situar el cuerpo del actor en el centro del hecho teatral. La memoria, esa congregación de recuerdos, retiene y custodia lo más importante que nos dijeron porque cree que merece la pena ser pensado. Pero… paso a paso: ¿qué es eso de pensar? Dice Andrés Rábago, El Roto, en una de sus viñetas de El País: “¿Es usted un ciudadano normal o todavía piensa?” ¿Qué es pensar? ¿Desde dónde se piensa mejor? ¿Sirve el cuerpo para pensar? Si sí: ¿cuándo interviene? ¿Y cómo interviene? El pensamiento está ligado a la razón que es un principio organizador de la vida humana y posible armonizador de sus contradicciones, pero es también un medio universal donde confluyen las tendencias superiores del individuo y por cuyo predominio hay que luchar. Aunque dice Julio Cortázar que “la razón nos sirve para disecar con tranquilidad la realidad, o para analizar sus futuras borrascas, pero nunca para resolver las crisis instantáneas” Nosotros, europeos, tenemos una idea cartesiana del pensar. Descartes, que era un escéptico total, decía que no sabía nada de nada, y que empezásemos desde el comienzo sin ninguna impureza. Sin fiarnos de nuestras impresiones, de nuestros sentidos, de nuestros sentimientos. Pregunta: ¿los sentimientos me engañan? ¿Y los sentidos? Tomaros un tiempo antes de contestar. ¿A que sí? Pues imaginaros ya en un espacio simbólico como es el escenario: “Yo he sentido, yo he visto que mi compañero actor hacía o sentía esto”… ¡Vaya lío, eh! Para Descartes «el pensar es una actividad que nunca engaña» (Carlos Díaz) El pensar puro no puede engañar. Por eso para él es un quehacer matemático, tiene una dimensión epistemológica. Pero nosotros los actores, profesores, estudiantes de teatro no podemos dejar de lado las pasiones, las emociones pues nos ocupamos de la dimensión humana del pensar. Emocionarse es ponerse en movimiento. E-motion, en inglés, se ve más claro. Las nuestras son razones cálidas, la inteligencia sentiente de Zubiri el filósofo. Lo que hace el cuerpo del actor es ensanchar este concepto de pensar frío. El cuerpo dividido, la famosa línea del teatro donde cada una de las partes piensa: cabeza (las ideas), pecho (las emociones), pelvis (el sexo). ¿Cómo unimos el pensamiento al cuerpo? ¿ O no están separados? Pues a través de dos caminos: las manos y las palabras. Si nos fijamos, las manos son la parte de nuestro cuerpo más expuesta a nuestra mirada. Con las manos aplastamos, estiramos, ahogamos, empujamos y sobre todo agarramos. Agarrar es símbolo de poder. Los africanos caminan con las manos más abiertas y los europeos más cerradas. Y desde un principio los niños tienen esta capacidad prensil porque estaban agarrados de la mamá cuando ésta trabajaba o cuando huía de algún peligro. ¡Ahora van en carritos de Jané! El mono va de rama en rama agarrando. La rama se quiebra del árbol y nace el palo como arma o como cetro y símbolo de poder. En el libro de Canetti, Masa y poder lo tenéis muy bien explicado. La manipulación es uno de los grandes ejercicios en teatro. Es un ejercicio básico. Manipulación de una barra. Manipulación de un objeto. A esta manipulación le podemos añadir leyes universales: agrandar, disminuir. Antes de que nacieran los objetos, las manos los representaron: el cuenco al juntarlas, la cesta de mimbre al entrelazarlas… Las palabras nacen al intentar nombrar estos actos, y por tanto, el pensamiento esta ligado a estos intentos a través del cuerpo, desde el cuerpo. Quizá sea este desde el cuerpo una de las claves de la actuación del actor, pues no basta con identificarse o con creer en lo que haces para actuar. Es necesario tener conciencia de que se actúa: sensación de juego que se transforma en sentido.