La preparación del director (Siete ensayos sobre teatro y arte)
Anne Bogart
Alba Editorial, Barcelona, 2008.
Decía Virginia Woolf que los escritores se encuentran con la notoria indiferencia del mundo ya que éste no pide a la gente que escriba poemas y novelas e historias; no las necesita. ¡Imaginaros las recensiones de libros de teatro! ¿Hay alguien ahí? Voy.
El libro de la directora norteamericana Anne Bogart funciona a varios niveles. Por un lado se lee como una pequeña introducción a la historia del teatro americano vista desde el ojo de una artista que investiga sus raíces para encontrar su sitio en el devenir de la historia del teatro norteamericano. Estamos hablando del Nueva York de 1974 que vivía una insurrección cultural y un desborde de talento: el Living Theatre, el Bread and Puppet Theatre, Robert Wilson, Richard Foreman y Meredith Monk o los bailarines en la Judson Church… Su buceo personal es un plantarle cara a cómo Gore Vidal designó a su país: los Estados Unidos de Amnesia. Lo que buscaba Bogart, admiradora de T. S. Eliot, al que cita varias veces, es “ser consciente con la mayor agudeza de su lugar en el tiempo, de su propia contemporaneidad” Básicamente vincularse a su cultura para buscar un ruta alternativa hacia el futuro, transitar el laberinto de la tradición para salir reforzada y con voz propia.
Todo esto en la introducción, en el prefacio y en primer capítulo titulado “memoria” A partir de aquí el libro se convierte en un diccionario de términos teatrales, algo bastante lógico tratándose de una directora de teatro, ya que dime qué palabras usas para atrapar el misterioso acto de la actuación durante el trabajo y te diré quién eres. En el intento es difícil escapar a ciertas ideas ya comunes: el ensayo como un proceso cargado de interés erótico entre el director y el actor, la espontaneidad a buscar dentro de la forma establecida o el convertirse en un recipiente, un médium a través del cual la creación nos hable.
Sí contiene, a mi entender, algunas ideas menos transitadas como por ejemplo la decisión asociada a un acto de violencia, (dónde colocar una silla en el escenario, qué decirle a un actor antes de un ensayo general…) porque las decisiones nos limitan y éstas nos exigen acudir a la imaginación. Particularmente interesante es su elogio del estereotipo, cuya etimología nos remite a “solidez”, ya que estereotipar significa imprimir a partir de planchas de estereotipia. La directora no lo ve negativamente sino más bien como “nosotros podemos penetrar dentro de esas formas, imágenes e incluso prejuicios sólidos que hemos heredado y darles cuerpo, podemos recordarlas y avivarlas”
Ve al estereotipo como un recipiente de memoria, de historia y de supuestos, heredado, que nos habla recordándonos que la originalidad no es un valor y que esos recipientes heredados (los estereotipos) pueden ser violentados en sus límites y así agrandar nuestras experiencias al entrar en ellos. ¿Cómo interpretar a Stanley Kowalski sin tener presente la actuación de Marlon Brando? ¿Qué se hace con la memoria del público? El libro termina con una mención, no muy desarrollada a mi gusto, sobre el acto de hacer teatro como utopía entendida como “acto de resistencia contra las circunstancias” En definitiva un libro que se aprecia muy bien en cuanto a búsqueda personal dentro del teatro norteamericano pero que desearías llegase con la misma profundidad con la que aborda la noción de estereotipo en todas sus otras palabras de su diccionario personal. Buena lectura.