Sobre el teatro de objetos

Los objetos son apoyaturas para una ensoñación.

 

«Se abre la verja del jardín con la docilidad de una página” Jorge Luis Borges

“He leído en una novela italiana la historia de un barrendero que mecía su escoba con el gesto majestuoso del segador. En su ensueño segaba sobre el asfalto un prado imaginario, la gran pradera de la verdadera naturaleza donde volvía a encontrar su juventud, el gran oficio de segador al sol del amanecer”

“Los objetos inanimados siempre están en lo correcto y nada se les puede reprochar, desafortunadamente. Nunca observado una silla tropezar una pata con otra, o una cama que se recueste con las rodillas dobladas. Y las mesas, ni siquiera cuando están cansadas se atreven a aflojar las rodillas. Sospecho que los objetos se comportan así por consideraciones pedagógicas, para reprobarnos constantemente por nuestra inestabilidad.” Zbigniew Herbert 

“Considero que desde la infancia estoy prendado por el aura de los objetos, por su capacidad de absorber el mundo de las emociones. En el día a día nos dejamos llevar por su uso cotidiano, dando la espalda a su lado poético, al que quizá yo presto atención” Chema Madoz

Sobre el teatro de objetos

     Rafael Sánchez Ferlosio contaba que cuando su hija era pequeña al abrir una manzana taladrada por gusanos dijo que tenía “tuberías”. Explica Fernando Savater que «esta ingenuidad no revela una torpe equivocación sino la asociación fulgurante entre significados, una especie de clic automático, como un chispazo, que busca abrir un camino expresivo a mayor velocidad que la que se emplea en aprender vocabulario» Trabajar con objetos es tender puentes a la velocidad del relámpago entre las cosas, igual que hacen los niños, atando ideas con hilos muy finos y procurando que no se vea el nudo.
    
     Los objetos tienen una serie de prestaciones y usos, esto es bastante claro y objetivo, nos dan pistas muy claras de cómo funcionan. Si los objetos necesitan demasiadas instrucciones de uso es que su diseño está fracasando. A mayor capacidad funcional del objeto, cuantos más usos tenga, mayor complejidad. Cuanta mayor claridad y contundencia contenga, más nos ayudará a transformarlos. Un colador se pone en posición horizontal y lo que espera es que un líquido lo atraviese. Ocupan pues posiciones muy claras en el espacio y crean expectativas, si estas expectativas no se cumplen o variamos su posición en el espacio, se transformarán en otra cosa de lo que son (probad a poneros dos coladores en los ojos, pareceréis moscas, seguro). Los objetos tienen unas prestaciones (sirven para…) y al mismo tiempo contienen unas restricciones… (no nos dejan hacer…) Llevaros pues los objetos al cuerpo (el objeto como prótesis), variad su posición en el espacio, tapadle una parte, agitadlos, ponedlos a prueba con todos vuestros sentidos.
    
     La tarea es encontrar nuevas prestaciones, pero las restricciones siguen… ¡no se puede jugar a todo con todo! Muchas veces los alumnos marionetizan los objetos, los hacen hablar como si fueran personajes o animales (alguien pasea una plancha tirándola del cable del enchufe, ladra… nada, no funciona). ¿Y cuál es la relación entre los actores y el objeto? ¿Qué se le pide al actor cuando trabaja con ellos?
     El primer paso, antes de jugar al juego de transformarlos, es percibir cómo nos afectan los objetos, qué relación íntima establecemos con ellos. El razonamiento frente a las cosas tiende a dividir y el sentimiento unifica. Y la gran relación que podemos establecer con los objetos es afectiva. Seguramente habréis oído hablar de la memoria emocional o afectiva. Así, a palo seco, es esa herramienta psicológica que consiste en acudir a la vida personal, reviviendo sensaciones que experimentamos, para trasvasarlas a la actuación. Esta herramienta es peligrosa para el actor, pues el trasvase nunca está claro, uno no puede acudir a su biografía emocional así como así; porque sobre todo nadie nos garantiza que iremos más lejos de nosotros mismos (esto es actuar, ¿no? dar la ilusión de ser otro, ir más allá…). Pues bien, con los objetos, nuestras vivencias afloran sin quererlo. También nuestro subconsciente. Como tenemos más distancia nos podemos identificar más. Una guitarra que sale de una funda, si bajas la cremallera lentamente, puede recordarnos cómo un hombre desviste a una mujer. Pero si no te llenas de una sensación, un recuerdo, una emoción… solamente será una guitarra que sale de una funda. El público verá tu interior gracias a los objetos. Stanislavsky decía que el actor en su interior no podía entrar al escenario vacío. Y tenía razón. Pues con los objetos, el doble, tienes que estar cargado de vida interior, de íntima alegría para que se animen y cobren vida. Si trabajáis con materiales veréis que es distinto. Se mueven: el papel, el aceite, la arcilla tienen estados propios. Hay que estar a la escucha para ver qué cuentan. Philippe Genty, marionetista francés con quien trabajé, decía que “la materia habla”. Y Jacques Lecoq lanzaba un pedazo de barro al suelo en sus clases de París, el barro se quedaba inmóvil, de una, sin contestación posible… “lo que he dicho, dicho está”-nos explicaba. Los objetos son como loros, mandan un mensaje claro y repetitivo: “soy un sacacorchos, destapo botellas de vino” Su comportamiento es predecible, por lo tanto, trabajad con ellos para lograr comportamientos imprevistos.

     No vale simplemente con transformarlos, eso lo hace mi hijo pequeño, como actor te tienen que transformar, afectar e infectar al trabajar con ellos. Cuando un actor manipula una marioneta no sabemos quién manipula a quién. Cuando trabaja con un objeto, la infancia se convierte en territorio y morada del intérprete. Por eso hay artistas plásticos que se conmueven delante de ciertos objetos y los escogen para trabajar. Para los actores los objetos son como fósiles, contienen un ADN afectivo que hay que saber utilizar. Son materia muerta que hay que animar, información neutra, casi universal (“las tijeras cortan”) en espera de arder en otra cosa, de ser imaginados de otra forma.  Si algo está connotado alrededor nuestro, son los objetos. A mí los objetos de escritorio me recuerdan a mi padre, a su despacho de representante. Todo cuenta: desde la forma hasta el material de qué están hechos, (un diseñador británico observó una vez que los materiales utilizados en la construcción de las casetas de espera de los pasajeros afectaba a la forma en que reaccionaban los gamberros) y la función que deben cumplir (conservar, decorar, proteger, fabricar, etc.) la olvidaremos y le daremos un uso escénico, por tanto metafórico. Los objetos son apoyaturas para una ensoñación. Y operamos por desvío, lo que hacemos con los objetos es sacarlos de quicio. Si queréis comprobar esto coged varios objetos y jugad a buscar divisiones. Dividid por materiales, de qué están hechos. Por ejemplo, la familia de la madera, la familia de los objetos de hierro y los de plástico. Veréis cómo nos relacionamos afectivamente con ellos: la madera es cálida, da sensación de tiempo, el hierro da sensación de fuerza, el plástico es más precario, hasta banal, baratija hija del petróleo. Podéis jugar a realizar más divisiones, por oficios: los objetos de cocina, los de oficina… Esta división cuesta más pues los oficios se están perdiendo y escasean los objetos ligados a un artesano; se ve en los alumnos: “¿eso… para que sirve?” Delante del ojo del espectador podéis ir construyendo una dramaturgia coherente, contando historias con objetos de una sola familia. Pero lo más complicado es el sentido y escoged los objetos justos para la historia que se quiere contar. Ubu Rey contado con verduras continuamente decapitadas, El Avaro de Moliere donde los grifos son personajes y el agua es el dinero… esto ha imaginado el teatro.

     Hay un campo donde encontrareis que se está pensando mucho alrededor del objeto, dramatizándolo, y es la publicidad: una toalla roja sale de una conocida lavadora y parece una lengua, tres tenedores juntos parecen la corona de un rey y anuncian un restaurante, de una boca salen cables rojos anunciando un festival de música contemporánea… se nota que hay mucho dinero y gente pensando detrás… ¿Qué hacen muy bien los publicistas? Pues jugar con los contextos, saben que una manzana es saludable o es sinónimo de tentación depende del contexto en que se presente.
    
     Para acabar, y detrás de todo, está el lenguaje, muchos mecanismos ya los tenemos incorporados gracias al lenguaje: y sabemos relacionar los términos en juego, acortando distancias, estableciendo relaciones inéditas, otorgando atributos insospechado, anudando sentidos. “Bebió un vaso de agua” en lugar de “Bebió el agua que estaba dentro de un vaso”. De continente a contenido.  Las transformaciones operan como tropos: sinécdoques (la parte representa al todo), hipálages (atribuir a un sustantivo, desplazándola, una cualidad o acción propia de otro sustantivo) metonimias, metáforas… son muy útiles tenerlos presentes. Jakobson considera que la metonimia se relaciona con lo que el antropólogo J.G. Frazer ha clasificado como «magia por contagio. Y es así, los significados se contagian, se superponen, se invierten, chocan, al transformar los objetos. En psiquiatría, en ciertos casos se denomina ‘metonimia’ a una especie de trastorno de tipo afásico, caracterizado por el frecuente empleo erróneo de los significantes por parte del sujeto. Esto hacemos, cosas de locos. Por eso tienen algo de hechizante en el escenario. Lo hemos mencionado antes: al jugar con los objetos se ponen en marcha muchos procesos del subconsciente de los que hablaba Freud: desplazamiento, condensación, etc. Lacan expresaba que lo inconsciente está estructurado como un lenguaje, mediante procesos de tipo metonímico y metafórico, y esto es regla de oro para el trabajo con los objetos. Así, igual que el poeta fuerza el sentido de las palabras, “chillad putas”- decía Octavio Paz– nosotros forzamos el uso del objeto.  Un maestro es Gómez de la Serna, autor bipolar y simultáneo, quien con sus Greguerías nos da una lección de trabajo con objetos, algunas podrían ser indicaciones de un director de teatro: «El mover una mesa entre dos tiene algo de traslado de féretro» Van más:

«Las gaviotas nacieron de los pañuelos que dicen ¡adiós! en los puertos»,
«El sillín del piano es el sacacorchos del concierto»,
«Los paréntesis salen de las cejas del escritor»,
«La sandalia es el bozal de los pies»
«El musgo es el peluquín de las piedras»
«El calzador es la cuchara de los zapatos»

     Encumbro a Gómez de la Serna porque cumple lo que dice Pierre Reverdy «Cuanto más lejanas y justas sean las relaciones entre dos realidades que aproximemos, más fuerte será la imagen- más tendrá de potente emoción y de realidad poética” Y al tratarse de objetos-realidades la diversión y el placer de jugar es el hilo invisible que las convoca y une.