El boxeador que nunca leyó a Shakespeare

El boxeador que nunca leyó a Shakespeare

¿No sabéis la historia de Emile Alphonse Griffith, el boxeador?
El que viajó desde Saint Thomas hasta Nueva York para trabajar en una sombrerería
y su musculatura impresionó tanto, tanto
que fue reclutado.
Aprendió rápido a pegar.
Y entre golpe y golpe dijo:
“Me gustan las mujeres y los hombres. No sé lo que soy”
Y lo dijo sin haber leído a Shakespeare, maestro de identidades:

“Mi nombre es Cayo Marcio, uno que
particularmente a vos y a todos los volscos
ha causado mucho mal y muchos perjuicios, tal
y como testimonia mi apellido: Coriolano.
Los más duros servicios, los más grandes peligros
y la sangre derramada por mi patria desagradecida
no me han traído más beneficio
que este apellido —buen testimonio
y recuerdo de ese odio y resentimiento que debo de
inspiraros.— Sólo el nombre me queda ya.”

En Shakespeare las palabras son guantes de boxeo, cobran vida con las manos del actor.
Otras veces, en el ring vacío e íntimo del escenario, “son imanes que al pronunciarlas atraen material soterrado en el subconsciente” (Peter Brook)
Y peleó, 27 heridas, como las de Coriolano
Directos
Ganchos
Crochets
Uppecuts
Hasta que un día mató a un hombre
y lo hizo sin haber leído a Shakespeare
en el Madison Square Garden
la víctima se llamaba Benny Kid Parret
18 golpes en 6 segundos, esquinados, temblando el ring, golpes certeros.
Kid Parret murió a los diez días en el hospital.
Luego ya nunca volvió a pegar igual. Hacía sólo lo suficiente para ganar.
Jabs para contener a los contrarios, fintas, amagos, juego de cintura… peleaba excusándose.
El ring fue su teatro: simulaba el dolor, golpeaba sin fe, combatía sin esperanza.
Se hubiera retirado, pero no sabía hacer otra cosa.
Se fue con estas palabras, que aparecen en su biografía: (Nine, ten and out, the two worlds of Emile Griffith)
Y lo hizo sin haber leído a Shakespeare, aunque la última línea podría ser del inglés:
“Sigo pensado qué extraño es todo. Maté a un hombre y la mayoría de la gente lo entiende
y me perdona.
Sin embargo, amo a un hombre y para mucha gente eso es un pecado imperdonable que me convierte en una mala persona. Nunca fui a la cárcel,
pero he estado preso toda mi vida”