Este viernes intenté que cuajara un proyecto con Valencia que le ayudaría a conectar con una programación europea de calidad y en el intento nos quedamos. Os paso algunas notas postreunión.
1. Yo no creo que los concursos públicos en cultura sean el único camino para acceder a las direcciones de teatros, festivales, etc. Me parece que es más importante un impulso utópico inicial y un buen político que sepa reconocerlo. A partir de aquí negociar y convencer. Esto hizo Jean Vilar con el doctor Pons, alcalde comunista de la ciudad de Avignon para fundar el Festival de Avignon. Otra cosa es que los concursos públicos sirvan a los políticos incapaces de reconocer proyectos henchidos de utopía para escudarse en “lo eligió un tribunal”
2. Obviamente estoy por la evaluación. Por eso creo que la gente de cultura nos podemos explicar en los plenos del ayuntamiento, en el parlamento. No entiendo por qué no se hace más.
3. No estoy seguro de que haber trabajado en el extranjero o fuera de la ciudad sea una ayuda. Entras a un despacho y no saben quién eres. Imagino que atender en demasía las demandas locales quita tiempo para una mirada más amplia.
4. La programación es la piedra angular de una ciudad. Todo se construye a través de ella. Es la que da sentido a los programas de formación que se crean alrededor. Es la que consigue que el público confíe en los espacios y no en las fotos del cartel de la entrada. Cuesta diez años crear confianza y pierdes al público en dos años. Programar es gestionar los bienes espirituales del público. Los profesionales siempre presionan para que se produzca más, normal, les da trabajo, pero el nivel de exigencia baja siempre a la hora de evaluar lo que se programa.
5. Si después de una reunión de estas, o de hacer pasillo, piensas que lo mejor es dejar el teatro, vas bien. Al teatro hay que dejarlo no se puede serle fiel todo el tiempo, sobre todo cuando lo que hay que salvar es la vida y el teatro viene después.
6. Cuesta bastante explicarle a un político que el buen teatro no debe unir a la gente, sino dividirla. Solo así se manifiesta la complejidad de la vida y la historia. No es consenso lo que buscamos, sino pensar y entrar en crisis.
7. Y última. Esto no va de ocio, ni de fiesta, ni menos de pasatiempo, ni de una antología de obras memorables del pasado, o de curiosas novedades del presente, esto va de una comunidad que escucha una palabra que debe aceptar o rechazar.