Máscaras

Roland Barthes lo explica muy bien: si vas a matar a un perro y lo pones en escena pues el resultado sería antidramático, los gestos reales del animalito no serían muy eficaces para el espectador, llenos además de tiempos muertos. Lo que nos aporta una máscara es una base, nos depura este tanteo de gestos que haría el can antes de morir.

La primera vez que me pusieron una máscara en la cara me la quité diciendo: ¿Y esta tontería para qué sirve? Hoy, 27 años más tarde entiendo que estaba diciendo: ¿y esta tontería para que la quiero si me tengo a mí para hacer teatro? No está mal el ataque narcisista veinteañero para alguien que ahora defiende la importancia de la máscara en cada clase que da. Más tarde supe que Moretti, el gran arlequino que trabajó con Giorgio Strehler, también rehusó a ponérsela en la cara y se pintó una a cambio. Pero poco a poco, esto es historia del teatro, empezó a “aceptar la tiranía de la máscara” Entendió que cuando se dejaba conquistar por ella es cuando más podía expresar toda su paleta de emociones. Seguro que ayudó que las primeras con las que trabajaba eran de rígido papel cartón hasta que el gran constructor Amleto Sartori realizó unas más flexibles, de cuero.

Esta pérdida de libertad que sufrí en París como estudiante me enseñó que uno encuentra la libertad en el trabajo a base de restricciones (”contrainte” decían en clase) y que las convenciones más rígidas tienen un cerrojo invisible que hay que reventar para que la imaginación galope. Roland Barthes lo explica muy bien: si vas a matar a un perro y lo pones en escena pues el resultado sería antidramático, los gestos reales del animalito no serían muy eficaces para el espectador, llenos además de tiempos muertos. Lo que nos aporta una máscara es una base, nos depura este tanteo de gestos que haría el can antes de morir. Se trata de huir del pathos, explica Barthes, de no dejar la emoción al azar para que no se cuelen ambigüedades. Poco a poco la máscara se convirtió en un signo inteligente, más interesante que la simple aproximación psicológica (me tengo a mí) y “la inteligencia es la condición original de la emoción”