Duración e instante en Teatro.
El Teatro se ocupa de la duración de las situaciones, los ritmos, las pasiones en el escenario. La duración es ese pulso vital que distingue entre noche y día, las estaciones, lo laboral, lo festivo. Por eso una de las tareas del actor es hacerse presente haciendo que el tiempo sea duración frente al dopaje de instantes que vivimos y que nos excitan hasta el cansancio. La duración nos provee experiencia y biografía frente al desfile de vivencias que nos proponen sin oferta de sentido alguna.
El gran aprendizaje que aporta el teatro es que se dedica al reconocimiento del otro, para eso sirven los personajes, en escena el reconocimiento es previo al conocimiento.
Verdad y conocimiento
En un teatro de creación, cuando no hay un texto previo que examinar, hay que tener cuidado con el conocimiento propio, esa pequeña linterna que nos guía sobre las cosas, porque te puede llevar a recorridos bastante estrechos. Mejor atender a la verdad del escenario que se hace presente en los ensayos invitándonos a acogerla. Esta verdad nos obliga a pensar el mundo como un lugar para intervenir (mejorándolo, claro, ya anda bastante estropeado) Llanamente, si no hay sorpresa, provocación y curiosidad en torno a lo que ya se sabe, a lo conocido, no hay revelación teatral. Suena vaporoso pero hacer teatro es casi una actitud de espíritu.
Actor y vestuario
A veces cuando un actor está perdido en escena darle un vestuario sirve como una brújula. Le indica hacia dónde tiene que ir, como si tuviera que caminar desde el yo, material frágil e inflamable en escena, hasta un él (el vestuario) Actúa como una máscara e invita a la metamorfosis. La metamorfosis concluye en el personaje que es la realidad más rica que tiene el teatro; el vestuario es el pasaporte que nos lleva a la ciudad personaje y este viaje es un proceso de captación de vida que hace que los ensayos valgan la pena.
Escenas, actos y secuencias en teatro de creación
El cine se pasea dentro del teatro y, por infección, cuando escribes desde el escenario ya no hablas ni de actos ni escenas, sino de secuencias. También me ocurre ahora al dirigir en francés (la séquence de…). Dividir tu creación en secuencias es necesario porque así articulas lo que vas encontrando. Si no divides la obra el movimiento interno de la misma no se puede leer. Tampoco se sabe qué sobra o qué falta. Al titular cada secuencia ayudas a que la criatura salga del fondo del páramo. Cada título te permite escuchar qué estás haciendo. El resultado es un poliedro donde cada secuencia es un plano del mismo. De lo contrario sale una esfera que rueda sola y se te escapa. Si el título general es la primera indicación que tenemos de la obra, casi un contrato moral previo con el público, nombrar secuencias en teatro tiene más que ver con el gozoso misterio escénico que con el simple etiquetado y orden cronológico de las acciones en escena. Nombrar es tener acceso al conocimiento de lo que estás haciendo.
Antes del estreno
Uno se pregunta qué manda al final a la hora de tomar las últimas decisiones antes del estreno. ¿Manda el oído porque prima rimar la obra? ¿Hay demasiada música y el actor se deja flotar a la deriva dentro del aquarium de notas musicales? ¿Es el ojo que sigue vigilando las imágenes que has producido? ¿Hasta cuándo hay que dejar que la luz del foco nos haga ver las cosas? ¿Es la dialéctica entre ambos? ¿Y el sentido? ¿Llegará el sentido al espectador como si de una oferta se tratase? ¿Qué debe ser explicado y qué sugerido? ¿es el personaje un contenedor de humanidad o simplemente una idea? Un período de ensayos, para un director, se puede vivir como una vida comprimida. El día del estreno sabes que tu tarea muere al tiempo que nace la criatura. Como en una vida, durante los ensayos, se puede vivir de todo: momentos de compartir, de alegrías, miedos paralizantes, censuras, gozo estético… es como la homeopatía: lo importante es la dosis, porque un exceso de dosis curativa se convierte en veneno. El público no lo sabe pero viene hasta el lecho de muerte del director a despedirlo, a aplaudirlo, a guardar silencio o simplemente a mirarlo con desdén antes de salir de la sala. Éxito o fracaso, me resisto a que éste sea el tema final del teatro porque es más complejo, con más pliegues, esto de capturar vida razonada amorosamente en escena.
(Notas ensayos Le poids d’un fantôme)